Vianey Esquinca…..
La inmaculada percepción
…..El presidente Andrés Manuel López Obrador tiene en su mente y en su corazón lo que sería su país perfecto, aquél en el que se sentiría feliz, feliz. Lleva más de cinco años dedicándose en cuerpo y alma a construirlo.

En ese paraíso no hay órganos autónomos que le sirvan de contrapeso. No tendría que rendir cuentas ni transparentar la forma en que se entregan las adjudicaciones directas en su gobierno, abriendo paso a decisiones unilaterales, tramposas y, por decir lo menos, sospechosas de corrupción. No existiría el Inai. Tampoco habría un árbitro electoral que ponga reglas en los procesos electorales y, aunque cada vez más débil, alce la voz para denunciar arbitrariedades desde el poder. El INE pasaría a formar parte de la Secretaría de Gobernación, igualito que cuando el PRI fraguaba los más obscenos fraudes.
En ese México de ensueño no existiría una comisión encargada de verificar que haya competencia real y no monopolios. Adiós Cofece. El Presidente sería muy dichoso de tener, si acaso, órganos que pueda controlar como la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, donde su titular Rosario Piedra Ibarra se ha convertido en uno de los floreros más caros de la historia.
En su corazoncito, el mandatario anhela un México donde no existan medios ni periodistas críticos o que hagan investigaciones de corrupción donde se involucre a sus familiares o personas cercanas. Quisiera reporteras y reporteros activistas comprometidos con su transformación, que le rindan pleitesía, que ataquen a sus opositores, que le hagan las preguntas que le permitan decir lo que quiere, que quieran sacarse la foto con él o que lo inviten a jugar dominó.
Desea un país donde la ignorancia reine; en la que todos fueran Tatiana Clouthier, vocera de la candidata de Morena a la presidencia Claudia Sheinbaum, que nunca sabe nada y aun así, ni sufre ni se acongoja. Ella hace videos o escribe en sus redes sociales sin ninguna pena por demostrar su analfabetismo funcional.
Si pudiera, de un plumazo eliminaría a las molestas organizaciones de la sociedad civil, que sólo sirven para cuestionar sus decisiones. Esa sociedad organizada que no le compra la idea que, de 110 mil desaparecidos en el país, ya sólo quedan 12 mil o que la mejor manera de combatir la inseguridad es abrazar y proteger a los criminales. También, extirparía a la fastidiosa clase media que no se deja comprar y suelen tener la mala costumbre de analizar y pensar.
No habría jueces que aplicaran la ley y le revirtieran las decisiones más bizarras que ha tomado. La Suprema Corte de Justicia de la Nación estaría llena de aplaudidoras como Yasmín Esquivel, Lenia Batres o Loretta Ortiz.
El Ejecutivo quisiera que nadie cuestione que haya entregado a las Fuerzas Armadas todo el poder, incluso si pudiera, les daba más responsabilidades. Serían ellos los encargados de la salud y la educación, que es prácticamente lo único que les falta por tomar.
Los envidiosos dirían que esa visión de país se parece más a un régimen dictatorial que a uno democrático porque concentra todo el poder en una persona y reprime los derechos humanos y las libertades, pero así no lo ve el presidente. A su juicio un país donde no haya contrapesos, críticas u oposición es un paraíso tropical.
En ese país soñado por el tabasqueño arrasaría Morena en las próximas elecciones del 2 de junio, logrando la tan ansiada mayoría calificada que le permitiría hacer cambios constitucionales. Dependerá de la ciudadanía si le ayuda a López Obrador a terminar lo que comenzó en 2018, o, decide detener la destrucción de México.
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