Lo que México necesita….. (II)

Sixto Duarte

…..La semana pasada hablamos en este mismo espacio de lo que México no necesitaba. Hoy que es el día donde se define el destino de México, es oportuno hablar de lo que México sí necesita.

México necesita primeramente madurar política y democráticamente. Esto no se consigue con inercias o generación espontánea. La educación como función del gobierno debe de contemplar programas específicos que difundan valores democráticos y alerten contra los riesgos que implica el populismo, que parece ser una epidemia social que invade el mundo desde hace algunos años.

De esta manera se evitará que el elector se vaya con el canto de las sirenas, seducido por promesas vanas y superfluas de políticos sin escrúpulos que únicamente utilizan al elector para sus aviesos fines. Por tanto, México necesita un gobierno que invierta en educación, y que promueva los valores democráticos de una sociedad como la nuestra.

En el mismo sentido México necesita un gobierno que verdaderamente se preocupe por cumplir con su función primigenia que es la de brindar seguridad a los gobernados. A lo largo de los últimos años (especialmente del último sexenio) la violencia está imparable en todo el territorio nacional. Parece que ya no hay espacios seguros en el país. Antes la violencia estaba focalizada en determinadas entidades. Sin embargo, ahora parecería que todo el territorio nacional es zona de guerra.

El Departamento de Estado de Estados Unidos emitió un análisis hace algunos meses donde refleja que más de la mitad del territorio nacional se encuentra dominado por organizaciones criminales. Esto desafortunadamente es una realidad en México. Desde hace años no es seguro viajar por carretera, o incluso visitar pequeñas poblaciones en el país, pues existen puestos de control (o retenes) de delincuentes quienes controlan quién entra o sale de un determinado municipio o región.

Es un absurdo que sea la ley de la delincuencia la que impera en gran parte del territorio nacional. Control territorial para la comisión de conductas delictivas, monopolización de la venta de determinados bienes o servicios, así como injerencia en decisiones oficiales son el pan nuestro de cada día.

El Estado a través de sus órganos no hace nada más que atestiguar el dominio que ejercen las bandas criminales como un testigo mudo de ello. Las fuerzas armadas están ocupadas administrando aeropuertos, puertos, aduanas, y construyendo obras que no tienen por qué construir.

Mientras, los ciudadanos están desamparados, pues día a día son lacerados por el crimen y el Estado dice que a los criminales hay que darles abrazos y no balazos.

Aunado a lo anterior el crimen organizado empezó a permear en el ambiente político (no únicamente gubernamental) pues es un hecho que hay zonas donde los candidatos de todos los partidos tienen que buscar la autorización del crimen organizado para poder aspirar a ocupar un cargo.

Muestra de ello es justamente lo que ha sucedido de forma recurrente en nuestro país especialmente en este proceso electoral. Los candidatos a alcaldes de Maravatío, Michoacán y Coyuca de Benítez, Guerrero, juntos con muchos otros, fueron arteramente asesinados por el crimen organizado, al parecer por no haber llegado a un entendimiento con ellos.

México necesita elegir a una presidenta con carácter, a quien no le tiemble la mano para enfrentar al crimen organizado. En su momento fui un férreo crítico de la política de seguridad pública de Felipe Calderón. Lo culpaba del albañal en que se había convertido el país en materia de seguridad. Sin embargo, al ver la inacción del presidente López Obrador y confirmar que este es el sexenio más violento de la historia (mucho más que el del propio Felipe Calderón) entonces prefiero un mandatario que enfrente a la delincuencia, en vez de uno que la tolere y que incluso la promueva.

Un presidente no tiene que ordenar liberar capos de la droga, ni acudir al llamado de la madre de otro capo. Siendo la inseguridad el problema más grave de México, es un insulto que un presidente acuerde con criminales.

Igualmente, México necesita un presidente que combata la corrupción. Pero uno que lo haga de manera eficaz, no con pirotecnia política. Para poder desenraizar el problema de la corrupción se requiere más educación y menos instancias fiscalizadoras. Resulta absurdo que, habiendo los controles anticorrupción que hay en nuestro sistema, la corrupción siga imperando en nuestro país. El cambio será paulatino pues deberá educarse a las nuevas generaciones a no prestarse al juego perverso de la corrupción.

El problema en México es que se estima que la corrupción es solo un problema que se resuelve encarcelando gente. Si bien esta debe ser la consecuencia directa de que una persona incurra en corrupción, eso no resuelve el problema de fondo, pues la justicia se sigue procurando de forma selectiva en nuestro país.

México también necesita un presidente que respete la división de poderes, a los órganos autónomos, y especialmente al Poder Judicial. El Poder Judicial es el último dique de contención de las pretensiones dictatoriales de quienes gobiernan. Minarlo y debilitarlo es minar y debilitar al gobernado, quien el día menos pensado puede ser víctima de los abusos del poder. México no es el paraíso del imperio de la Ley ni del Estado de Derecho.

Desde mi óptica, todo aquel gobernante que pretenda meterle mano al Poder Judicial, lo hace con el fin de ejercer más poder sin contrapeso alguno. En pocas palabras, se debe desconfiar de aquel gobernante que tenga como propuesta el debilitar a un poder que justamente fue creado para ser un contrapeso justamente de ese gobernante. No se puede ser juez y parte, y eso aplica para los gobernantes, no para los jueces.

México necesita un presidente que se preocupa de dotar servicios de seguridad social dignos y suficientes para los mexicanos. En México cada que alguien hace uso de los servicios de salud pública, parece que va a pedir un favor, cuando es un deber del Estado brindar este servicio y hacerlo con calidad. Es un servicio muy deficiente el que se presta en los distintos órganos de seguridad social.

Es una noticia ya vieja, pero recurrente el hecho de que diversos padres de familia se quejen del gobierno porque no hay quimioterapias para sus hijos, o no hay medicamentos en los hospitales públicos. Los mexicanos pagan impuestos, y le son descontadas cuotas de seguridad social justamente para proveer ese servicio.

El desabasto de medicinas se explica con el hecho de que los recursos públicos se utilizan para pagar programas sociales del gobierno, mismos que son utilizados como una base clientelar para el partido en el poder. Con la salud no se juega y este gobierno juega con ella todos los días.

En el mismo sentido de la seguridad social, México necesita un presidente que ponga atención a los fondos de pensiones. Resulta indigno que aquellos mexicanos que han dedicado su vida a trabajar, no obtengan una pensión o jubilación que les permita vivir dignamente después de haber trabajado. Resulta absurdo ver que las jubilaciones de los organismos paraestatales superan por mucho a las jubilaciones que obtienen aquellos que trabajaron siempre en la iniciativa privada. Las pensiones y jubilaciones deben ser universalmente dignas, sin importar la fuente de empleo del trabajador.

En el caso de la vivienda, México necesita un presidente que atienda este problema. El mercado complica cada vez más el acceso a la adquisición de una vivienda digna para los trabajadores.

México necesita un presidente que piense en el campo. Los programas destinados a los productores del campo fueron eliminados en este sexenio, junto con Financiera Rural. Un país que es incapaz de alimentarse a sí mismo se pone en riesgo. De ahí que la soberanía alimentaria sea un concepto cada vez más utilizado.

Al productor se le apoya con subsidios, energía barata, e insumos accesibles. Finalmente, es interés de México producir sus propios alimentos, tanto para consumo interno como para exportación. Un gobierno que no defiende los intereses de los productores nacionales es un gobierno que no piensa en su pueblo. Muestras de ello es el intentar negar el acceso al agua para riego de los productores, así como pasó en Chihuahua en el verano de 2021.

México necesita un presidente que no piense en función de obras faraónicas que al final cuestan mucho y no sirven para nada.

México necesita un presidente que piense en la trabajadora de la industria maquiladora en Ciudad Juárez. En el campesino del Valle del Yaqui en Sonora. En el minero de Zacatecas. En el indígena de la sierra alta de Guerrero. En el pescador de Campeche. En el chofer de camión urbano de la Ciudad de México. En el maestro rural de Oaxaca. En el trabajador informal de cualquier parte del país.

Eso es lo que necesita México. Hoy que vas a ir a votar, piensa objetivamente quién te ha negado todo lo anterior y quién te lo puede dar.

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