Si algunos periodistas comen sapos; algunos políticos engullen reptiles….

Por Gerardo Rodríguez Jiménez

…..Aunque uno a veces no quiera, resulta muy tentador analizar las declaraciones del presidente mexicano en sus mañaneras, porque son irrisorias. Además de llamar a los periodistas juarenses provocadores, dijo que algunos -no sólo de Juárez- “comen sapos”.

Esto porque le molestó la cobertura de los medios sobre su visita a la frontera, que fue muy criticada en el ámbito periodístico. Al mandatario, tampoco le agradaron las protestas de los activistas pro migrantes, quienes le exigían justicia ante la tragedia y pérdida de 40 almas después del tristemente célebre incendio.

“Hay quienes nada más venden pues su trabajo, que tienen pudor. Pero hay otros no, que les gusta comer sapos y no hacen ni gestos, piden más…” 

Durante la semana pasada, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se enojó por los reclamos sociales que surgieron en los medios, debido a que no visitó a ninguna de las víctimas, o porque no hizo ninguna declaración.

Se fue sin responder preguntas en su paso por las calles de Ciudad Juárez el pasado 31 de abril, como es protocolo político en casos así.

Hasta Donald Trump lo hizo después de los asesinatos masivos de 23 víctimas a manos de un extremista ocurridos en un Walmart de la ciudad El Paso, Texas, en agosto del 2019, a pesar de que fuera criticado por ello; mientras que AMLO se alejó de los reflectores después del fatal acontecimiento.

Eso sí, cuando andaba en campaña presidencial, y los medios cubrían su campaña a diario en sus horarios estelares y en las primeras planas, esperanzados, al igual que muchos mexicanos, de que un cambio histórico en la presidencia mejorara las cosas para México, entonces no se quejaba.

Su imagen era promovida casi como la de un salvador, rayando en mesianesca. 

Cada vez más frecuentemente, AMLO ha decidido señalar a los medios, a la oposición, a sus enemigos políticos, a los neo liberales, y hasta a los Estados Unidos, por todos los males que aquejan a su mandato, metiéndose en controversias diplomáticas y mediáticas innecesarias, que han afectado su imagen mundial, -y por ende la de su partido y la de todos los mexicanos-.

 Su gobierno, al inicio empezó, en apariencia, muy bien.

El presidente puso un ejemplo de austeridad al rechazar utilizar el avión presidencial y ponerlo en venta, prefiriendo hacer sus viajes en las aereolíneas privadas -por cierto, después de más de cuatro años, anunciaron, se vendió, por cierto, muy debajo de su valor inicial-.

 Además, AMLO había recorrido gran parte de todo el país por carretera, y charlado con cientos de mexicanos durante su campaña.

Su imagen y su popularidad no podían haber iniciado mejor.

Sin embargo, a casi un año de que finalice su administración, en sus conferencias matutinas, usualmente aburridas y a modo, – a excepción de las ocasiones en las que los periodistas realmente lo cuestionan a fondo – cuando enfrenta preguntas críticas, el mandatario se engancha, y se vuelve reaccionario, inclusive expresando fanfarronadas y mentiras, como cuando insistió en varias ocasiones que en México no se producía fentanilo, algo que se probó más allá de ninguna duda en días posteriores.

Bajo presión, el presidente despotrica y se molesta ante las preguntas difíciles; últimamente, echándole la culpa, y hasta insultando al gremio periodístico.  

A pesar del costo político que analizaremos aquí luego, AMLO ha seguido protegiendo públicamente a su amigo Francisco Garduño Yáñez del Instituto Nacional de Migración (INM). También, de manera insólita, se enfadó con los reporteros por los cuestionamientos sobre su titular de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) Luis Crescencio Sandoval, quien, tras una investigación de Ignacio Rodríguez Reyna, trabajada en colaboración con Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, en alianza con Fabrica de Periodismo, fue criticado, por los viajes internacionales de ‘terciopelo’ o de lujo que él o varios familiares de Cresencio Sandoval realizaron a ciudades como Nueva York, Roma, y el estado de Colorado, presuntamente acompañados un numeroso equipo de asistencia, hospedándose en hoteles de lujo y con cargos al erario público.

“¿Cuál es el problema?” Respondió ante la incómoda información. “Son unos calumniadores y siempre han actuado así”, dijo.  La investigación descubrió que, en viajes internacionales de varios miembros de su familia, se utilizaron jets del Ejército, y se acompañaban de al menos diez militares. Los acompañaron un médico, una enfermera, un jefe de seguridad y varios efectivos. Vaya austeridad que se promueve en el gobierno de AMLO, ya hasta parece la selección mexicana. 

Pero la popularidad del presidente en las últimas seis semanas ha tendido a la baja, de acuerdo a las encuestas de El Economista, y de la consultora de Mitofsky.

El pasado 3 de marzo su aprobación era del 63 por ciento, mientras que ya para el 14 de abril había bajado a sus niveles de reprobación, al 58.6 por ciento.

La tendencia a la baja ha sido, aunque mínima, constante y clara, y esta inercia comenzó después del tristísimo siniestro de Ciudad Juárez. Según expertos en el tema, esto se debe principalmente al manejo político del incendio mortal.

Habrá que ver como siguen las encuestas ahora que varios mandos del INM han sido vinculados por la fiscalía.

En el mundo de la política, donde cada quien protege sus propios intereses, ante todo, es una rareza que AMLO intente proteger a sus amigos y colaboradores, aunque esto afecte un poco su propia fuerza política, sin embargo, la fiscalía, a quien el mismo empoderó, ya acusó penalmente como acto criminal al comisionado del INM Francisco Garduño por su responsabilidad en el incendio, por lo que pedirle su renuncia sería lo más justo para los migrantes y el pueblo mexicano. Porque, aunque no es imposible, difícilmente pasará un tiempo considerable en la cárcel.

Más todo dependerá hasta que niveles se comprueben sus responsabilidades en las detenciones ilegales y los actos de corrupción de la institución a su cargo. Lo que sí es que ayudaría un poco a recomponer la imagen del señor presidente, al igual que lo hizo el arresto del contralmirante Salvador González, claro, pendiente su proceso.

Por todo lo escrito aquí, sé que los AMLO lovers me criticarán, pero como periodista y analista independiente, duermo bien, priorizando el bienestar de mi tierra, y expreso mis opiniones sintiéndome protegido por las leyes constitucionales sobre libertad de expresión.

Por ello pienso que, si es que existen algunos periodistas que, como AMLO dijo figurativamente, “comen sapos” y son deshonestos, pues entonces hay más políticos que tragan reptiles, hasta dragones diría yo.

Sobre todo, aquellos que hacen pactos con narcotraficantes, con el ejército, con las policías mexicanas, o traicionando sus propios ideales; haciendo alianzas con sus opositores, o brincando de partido, poniendo el ejemplo de cómo se corrompe la tela social de una nación.

Aclaro, que solo se ponga el saco a quien le quede.

En términos críticos constructivos, no es echándose la pelotita como se resuelven los conflictos de una nación.

Las ciudades fronterizas atraviesan una crisis migratoria por demás evidente, preocupante, y de muchísimo impacto social, tanto para las personas en movilidad, como para sus ciudadanos. La tragedia del infierno en el que murieron los cuarenta era prevenible. 

Por otro lado las personas en movilidad deben ayudarse a sí mismos, seguir las leyes de los países que pisan, e intentar subsistir con dignidad.  

La corrupción tiene que erradicarse de las instituciones federales de tajo.

El gobierno nacional tiene que responder con recursos y planes viables a mediano plazo, no puede abandonar a las ciudades que hacen lo que pueden.

Las instituciones religiosas, los defensores de derechos humanos y los activistas hacer su parte, los periodistas denunciar, como lo han hecho para bien de Ciudad Juárez.  

El poder judicial tiene que enforzar la justicia. La policía proteger. El congreso discutir y legislar para que la impunidad desaparezca. Los diplomáticos hacerse sentir ante las presiones geo políticas, y así, cada quien tiene su rol en una sociedad democrática de balances, controles y contrapesos.

Los medios, todos, y los gobernantes, se necesitan el uno al otro para subsistir, conviviendo en una especie de relación simbiótica.

Un presidente democrático tiene que aceptar la crítica. El amarillismo invade, sobre todo, las redes sociales, que se han convertido en una herramienta esencial, pero también en un instrumento tendencioso y peligroso.

Si los gobernantes entendieran que la calidad de los medios depende, en gran proporción de la inversión del estado, así como de la iniciativa privada, entonces la noble profesión de los periodistas se mejoraría cada día más en beneficio de toda la sociedad, lo que a su vez generaría más críticas constructivas y, al menos en teoría, mejores gobernantes.

Pero si un político quiere dominar a la prensa, o deshacerse de aquellos que le incomodan, se vuelve solo un dictador más.

Diario de Chihuahua.

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