Adiós a la democracia….

Por años he tenido la dicha de poder impartir la clase de Derecho Constitucional. Siempre he dicho a mis alumnos que a la mayoría de los mexicanos no les gusta vivir en democracia….

Sixto Duarte

….Por años he tenido la dicha de poder impartir la clase de Derecho Constitucional. Siempre he dicho a mis alumnos que a la mayoría de los mexicanos no les gusta vivir en democracia. Muchos pensaban que lo decía de broma, pero siempre lo he dicho en serio.

 Llego a esa triste conclusión después de ver que a la mayoría de los mexicanos les ofende que en un Estado de Derecho una persona imputada de un delito salga libre o absuelta. El mexicano promedio ya se hizo una idea preconcebida de si una persona delinquió o no, en razón de lo que lee en los medios. A partir de ahí, para el mexicano sobra lo que tenga que decir un juez o las pruebas que existan para sustentar la acusación. La sociedad ya emitió su veredicto, y si el juez no resuelve en función de lo que la masa dice, entonces es un vendido. Evidentemente, la presunción de inocencia y el debido proceso son formalidades absurdas para el común de la gente.

Igualmente, la mayoría de los mexicanos piensa que las comisiones de derechos humanos “solamente defienden delincuentes”, como si se pudiera establecer la responsabilidad penal de una persona en función de notas periodísticas. Para el mexicano promedio no deben existir estos organismos. Tampoco considera que el Poder Judicial de la Federación deba ser independiente. Un sector mayoritario de la población ha sido envenenado por el gobierno en turno diciendo que los ministros de la Suprema Corte ‘ganan mucho’. Luego entonces, como ‘ganan mucho’ el gobierno plantea ventajosamente mermar y marginar, para supeditarlo a sus directrices, con la connivencia del pueblo y en perjuicio de este último.

Confirma mi postura el hecho de que los mexicanos votan en una elección para entregarle todo el poder a una sola fuerza política, sin contrapesos reales, justo como ocurrió el domingo pasado. Desde la primaria nos enseñan que en México (como en la mayoría de las democracias) el Poder se divide entre tres: Legislativo, Ejecutivo, Judicial. Los primeros dos se eligen mediante el voto popular; el restante, hasta ahora, se elige mediante otro mecanismo distinto.

Sin embargo, insisto en que en México la democracia no es bien vista; lo que es bien visto son los caudillos. Padecemos los mismos vicios que existen en toda América Latina: buscamos un líder omnipotente, casi divino, que sea quien nos saque de nuestros problemas. Esto sin entender que corresponde a todos la construcción de un futuro próspero.

Democracia no es únicamente un gobierno de las mayorías; es también respeto y reconocimiento a las minorías. Ese respeto a las minorías (que en este caso es una minoría del 40% de la población) se debe ver reflejado fortaleciendo instituciones que garanticen un Estado de Derecho pleno, como lo es el poder judicial, o los órganos autónomos.

Hay quienes dicen que en México la democracia data desde la creación del IFE (hoy INE) en 1990. Otros dicen que es desde que hubo alternancia, o sea, desde el año 2000. Durante todos estos años hemos visto un alto desarrollo democrático en México, pues los presidentes no contaban con mayorías calificadas en el Congreso que les permitieran modificar la Constitución a su antojo. El desarrollo de estas instituciones trajo consigo una verdadera división de poderes, órganos constitucionales autónomos que sirven como verdaderos contrapesos al inconmensurable poder del presidente de la República. Las libertades con que contamos los mexicanos el día de hoy son producto justamente de este desarrollo institucional. Y estas libertades están en riesgo desde el domingo pasado.

Hace una semana el electorado salió a votar a darle al gobierno en turno continuidad y una mayoría que le permitiría cambiar la Constitución a su antojo. En términos reales, al momento de escribir esta columna, el oficialismo estaría a solo cuatro senadores de lograr conquistar la mayoría calificada en ambas Cámaras, por lo que el gobierno podría llevar a cabo los planes que llevan años proyectando: maniatar al Poder Judicial, destruir al INE entre otros organismos constitucionales autónomos, todo esto en detrimento de la libertad.

Un país donde una sola persona concentra tanto poder es un riesgo latente para todos los mexicanos. Parece que volvemos a las épocas del Tlatoani, o a las monarquías absolutas del Medioevo. En términos generales, creo que el electorado no se dio cuenta de algo que era más que evidente, justo como el plebiscito del Brexit en Reino Unido, donde los británicos se dieron cuenta de que había sido un error votar a favor del Brexit.

Muchos analistas han dicho que los que pensamos distinto a la mayoría, quizá debamos ‘salir de nuestra burbuja’ para entender mejor por qué los mexicanos votaron por esa opción. Esto me parece una salida muy cómoda, una especie de ‘gaslighting’ social y colectivo donde estiman que la minoría somos los que estamos mal. Les recuerdo que el hecho de tener la mayoría no te da la razón; justamente, los votos dan el poder, mas no conquistan la razón. Son muchos países que han dado mayorías a líderes populistas y luego terminan arrepintiéndose: la Alemania de los 1930 y Venezuela de finales del siglo XX, solo por mencionar dos ejemplos.

Es decir, la historia que estamos viviendo en México es una historia que se ha dado en diversos países del mundo. Las mayorías no siempre tienen la razón. Bien decía el escritor Oscar Wilde, “cuando la gente está de acuerdo conmigo, siento que debo estar equivocado”.

En este caso, la mayoría votó por la continuidad de un régimen que no pudo manejar bien la pandemia, que terminará el sexenio con casi doscientas mil personas asesinadas, que ha derrochado los recursos públicos en obras de infraestructura que no sirven a los mexicanos, y que además, mantiene en un constante desabasto a los sistemas de salud del país. ¿Eso es lo que debemos entender los opositores?

El triunfo de Claudia Sheinbaum es innegable. Si la mayoría de los mexicanos optó por esa opción, entonces no hay nada qué hacer. Sin embargo, no existen visos que por el hecho de entregarle tanto poder al gobierno, las cosas vayan a cambiar. Lo que sí está en riesgo es justamente el régimen de libertades en el que vivimos. Pero insisto, si la mayoría de los mexicanos quiere desarticular la República, entonces no hay nada qué hacer.

México le entregó casi un cheque en blanco al partido que gobernará los próximos seis años. Parece que están a nada de concretar las reformas que tanto han buscado los últimos seis años. Los únicos contrapesos que tiene el próximo gobierno son tres: el mercado, la presión internacional y la autocontención.

En el caso del mercado, el mismo ya dio señales de alarma. De ser el peso una de las monedas más apreciadas durante el año, está perdiendo valor a velocidades vertiginosas. Justamente, porque el mercado busca lugares para invertir donde sus inversiones estén seguras. Con un gobierno con esa mayoría, y con la posibilidad de reformar la Constitución (y por ende, el Poder Judicial) el mercado no se siente atraído ante un ambiente de incertidumbre como este. La incertidumbre es el antídoto de la inversión.

¿Quién pierde con la desconfianza del mercado? Curiosamente, la mayoría de los mexicanos de clase media para abajo, es decir, los que votaron por Morena. Esto porque las fuentes de empleo derivan justamente de inversiones. Si no hay inversiones, no hay fuentes de empleo.

Respecto a la clase alta, esa que parecería castigar el pueblo de México con su voto, las cosas seguirán igual. Esta clase regularmente se acerca al poder, y si las cosas no salen bien, tienen recursos para irse del país. Nos quedaríamos solamente los mexicanos de clase media o baja, justamente a padecer las decisiones de un gobierno que parecería que quiere ser unilateral en sus decisiones.

Siento una profunda decepción de que la sociedad mexicana no vea lo que ha ocurrido en otros países cuando se le otorga tanto poder a una opción política y opten por seguir ese camino. Pero si la mayoría quiere eso, no hay nada qué hacer. Así funciona la democracia. Como diría Churchill “la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás”.

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