Amigo, date cuenta….

A Moreno no le importa que los resultados de las pasadas elecciones fueran la debacle de su partido….

Vianey Esquinca…

No hay peor ciego que el no quiere ver, el que no quiere darse cuenta de que su tiempo pasó, manteniéndose en la negación y aferrándose al poder. En esto se parecen dos presidentes, el de Estados Unidos, Joe Biden, y el del PRI, Alejandro Alito Moreno.

Ambos personajes, aunque separados por miles de kilómetros y contextos políticos diferentes, comparten una obstinación digna de estudio. Biden ha mantenido a sus correligionarios del Partido Demócrata al borde del colapso porque después del debate con su oponente*Donald Trump la gente dudó más que nunca de su capacidad para gobernar otro periodo.

Su andar vacilante, sus lagunas, su sonrisa congelada y su mirada pérdida en la que la audiencia no sabía si estaba realmente presente o si estaba recordando dónde dejó las llaves del auto, así como las encuestas de preferencia electoral posdebate prendieron las alarmas.

A pesar de ello, él insiste en presentarse a las elecciones porque, asegura, volverá a ganar. El problema que estaría creando su terquedad no sólo es para los conservadores, sino para el mundo entero, pues le está abriendo las puertas de la Casa Blanca de par en par a Trump, lo que garantiza cuatro años de pesadilla, gobierno errático y polarización mundial.

Moreno, por su parte, se aferra a la presidencia del PRI como un náufrago a un salvavidas. Su partido, que alguna vez fue el titán indiscutible de la política mexicana, se ha desmoronado bajo su liderazgo, pasando a ser prácticamente un partido testimonial. Los intentos de Alito por revitalizar al PRI han sido tan efectivos como intentar revivir a un dinosaurio con respiración boca a boca. De hecho, más de uno ha sugerido que resucitar un T-Rex sería más sencillo que volver a poner al PRI en el poder.

Aun así, el priista no se preocupa y no se acongoja. Ha operado para que en la próxima Asamblea Nacional del PRI, que se llevará a cabo el próximo domingo, se discuta y apruebe una modificación a los estatutos del partido, con el objetivo de que el presidente nacional y la secretaria general puedan reelegirse para permanecer en el cargo hasta en tres periodos consecutivos de cuatro años. Además, se está planteando darle el poder al presidente nacional de elegir a los coordinadores parlamentarios del tricolor en la Cámara de Diputados y de Senadores. Es decir, lo que en el barrio se conoce como un verdadero “atasque”.

A Moreno no le importa que los resultados de las pasadas elecciones fueran la debacle de su partido, tampoco que ha sido el presidente que más fracasos electorales ha acumulado, él amarró hueso como senador plurinominal. Algo así como si un capitán de barco que se está hundiendo no se preocupara porque ya tiene su bote salvavidas –con fuero incluido– reservado.

No todos los políticos son iguales. Del otro lado del océano está el caso de Rishi Sunak, exprimer ministro de Reino Unido, que, ante la estrepitosa y humillante derrota del Partido Conservador y el triunfo del Laborista asumió su responsabilidad, dimitió a su cargo y pidió disculpas a la gente y a sus compañeros: “He oído su enfado, su decepción y asumo la responsabilidad de esta perdida. Me duele ver cuántos buenos colegas que contribuyeron tanto a su país ya no formarán parte de la Cámara de los Comunes. Les agradezco su arduo trabajo”. Por supuesto que su mala administración provocó que su partido perdiera las elecciones, pero Sunak no cayó en la trampa de culpar a otros y su retirada fue menos amarga y garantizó una transición tersa de gobierno.

En momentos de derrota, el mundo debería tener más Sunaks y menos Bidens y Morenos, pero no todos los países son tan afortunados.

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