La columna de Luis Froylán Castañeda

…. *CORTE, LA MEDIDA DE SU POPULARIDAD
…. *MONREAL DEJÓ LA DIGNIDAD EN EL CAMINO
…. *ARTURO SIGUE NEGADO A LA REALIDAD
…. *CORRAL RESPONDIÓ CON ESTUPIDECES
El descaro y la ferocidad con que usa el poder para castigar o premiar y la facultad de mirar más allá que sus opositores, le había permitido a López Obrador revertir estruendosas derrotas e, incluso, aprovecharlas a su favor, y mantener altos estándares de aceptación, siendo que preside una administración desastrosa en combate a la pobreza, inseguridad, salud, educación y, ojo, generosa con los millonarios del país. Durante su gobierno ha crecido el número de pobres, mientras los ricos son cada vez más ricos. Ahí están los datos oficiales.
Hoy me ocupa la Corte, porque la evolución de la frustrada contrarreforma electoral ilustra su excepcional habilidad para capitalizar derrotas, convirtiéndolas en triunfos mediáticos. Cuando el Congreso hizo fracasar las reformas electorales, al no conseguir la mayoría mínima requerida para una reforma constitucional, Plan A, el presidente siguió adelante con lo que llamó Plan B, sabiendo que para conseguirlo precisaba pisotear el proceso legislativo y en consecuencia las reformas serían impugnadas ante la Corte.
Cualquier otro presidente de la era contemporánea se hubiese detenido al fracasar el Plan A. Es más, no se hubiese atrevido a proponerlas al ver que carecía de la mayoría calificada para conseguir la reforma pretendida, se exponía a sufrir una derrota. Pero esa era la lógica del PRI acotado, López Obrador actúa diferente, más a los modos del viejo PRI autoritario, así que siguió adelante sabiendo que los diputados lacayos votarían las reformas, aun con la certeza plena de que tocaban ilegalmente la Constitución y que la Corte podría invalidarlas. ¡Quisieron reformar la Constitución como leyes secundarias! ¿Por qué la prepotencia? Sabían que no había forma, pero los diputados y senadores a su servicio tenían que obedecer o tomar el riesgo de quedar proscritos, tachados de traidores a la patria. En esta parte hago un paréntesis para felicitar al senador por Chihuahua, Rafa Espino, quien consistentemente votó contra la demencial contrarreforma, en todos los pasos del proceso. No ha recibido el suficiente reconocimiento por su valor y sentido de independencia.
¿Por qué continuó sino para reformar la Constitución no tenía mayoría calificada y sabía que el Plan B contravenía el texto Constitucional, circunstancia que anunciaba una derrota legislativa y lo dejaba como caprichoso y autoritario? Una respuesta superficial podría ser que por su contumacia y quizás haya cierta razón, es contumaz en grado extremo. Otra porque tenía la esperanza de que, presionando con todos los recursos del Poder Ejecutivo, conseguiría los cuatro magistrados -en realidad uno- para dejar firme la contrarreforma. Y una tercera convencida de que, si la Corte rechazaba, le daría el pretexto anhelado para ir en su contra.
Es contumaz pero no pendejo, por eso estoy convencido de que llegó hasta el final pensando en que podía conseguir el cuarto voto y que de no hacerlo aplicaría el verdadero Plan C; desplegar una feroz ofensiva contra el Supremo Tribunal, colocándolo como principal enemigo de México, puesto al servicio de la mayoría rapaz, entregado a los conservadores y el rosario completo de injurias que recita de memoria con la impunidad de un matoncito en tierra sin ley. Todo autoritario populista necesita un enemigo, real o ficticio, que le permita partir a la sociedad y galvanizar a sus leales. Su enemigo en campaña era la mafia del poder, ahora que la mafia es él, encontró al enemigo en la Corte.
¿Quién perdió más, López Obrador o la Corte? Estoy convencido que esta vez calculó mal, fue demasiado lejos. Su «victoria» tejida entre insultos podría ser efímera o en el mejor de los casos pírrica, la ferocidad con que se lanzó y lanzó a sus lacayos contra la Corte describe a un presidente intolerante, autoritario, pendenciero, cínico, vengativo, ignorante, despreciativo de las leyes. Todos los defectos que sus adversarios le han atribuido desde que asumió el poder, especialmente a partir de que canceló el Aeropuerto de Texcoco.
De hecho llegó a este punto ya derrotado, por eso la narrativa de odio exacerbado, recordemos la encuesta del Financiero en la que la presidenta de la Corte, Norma Piña, tiene una mejor aceptación popular que López Obrador. Para un hombre de su ensanchada soberbia es inadmisible que un “enemigo” pueda ser más popular que él, desconcierto que lo enfurece y pierde claridad. Él que tanto insulta está siendo víctima de sus propios excesos y lo peor, no sabe hacer política de otra manera, seguirá radicalizándose hasta que le resulte imposible salir del remolino que su narrativa de odio ha creado. En el ocaso de su poder, está perdiendo tino, como tantos otros antes que él.
Rompeolas
Ricardo Monreal declaró que buscará la presidencia del país pero no dejará trozos de dignidad en el camino. Efectivamente, no ha dejado trozos, dejó la dignidad entera, sus palabras son tan huecas como un coco seco y tienen el mismo valor que un billete de tres pesos. Hoy llega su hija a Chihuahua ¿Cómo justificará la involución política de su padre? Imposible.
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Arturo Fuentes Vélez piensa que un amparo resolverá su problema legal. Ajá, cuando sus abogados y el mismo conozcan lo macizo de la investigación se percatarán de que no tienen otro camino más que el de rendir cuentas ante la justicia de Chihuahua. Se creyó impune por ser “de buena familia”, pero resultó tan ratero como César Duarte.
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El cínico de Corral no tuvo más ideas que subir a sus redes una declaración diciendo que su secretario de Hacienda está detenido por ordenes de Duarte. ¡Duarte no halla de qué manera salir y según Corral ordena detenciones desde prisión! vaya estupidez. Ahora si está preocupado, seguirá hablando, pero su credibilidad es equivalente a cero. A propósito, ¿qué saben de Gustavo Madero? Pues nada, disfruta de sus últimos suspiros en el senado, siendo que se llenó los bolsillos con la fallida reestructuración de la deuda estatal. El camino del dinero, asegura un exsecretario de Hacienda, pasa por Fuentes Vélez y Corral, pero llega hasta el senador e ideólogo de los moches.
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