Recurrentemente el discurso político toca diversas palabras o frases que se repiten de manera constante…
Sixto Duarte / Analista
Recurrentemente el discurso político toca diversas palabras o frases que se repiten de manera constante. Se trata de anhelos colectivos que los gobernantes saben explotar bien para obtener la simpatía del electorado.

Democracia es una de ellas. La democracia es el gobierno de las mayorías; sin embargo, la perversión de esta forma de gobierno puede derivar en demagogia, que es un gobierno que aparenta ser democrático, pero que se ejerce en perjuicio del pueblo. En pocas palabras, la democracia es un concepto un tanto ambiguo y genérico, constantemente usado por la clase política, pero pervertido por la clase gobernante. Lo que para los que gobiernan puede ser democrático, puede en los hechos ser demagógico.
La democracia es el gobierno de las mayorías, pero puede derivar en demagogia. Si bien las dos toman en cuenta al ‘pueblo’, la demagogia persigue concentrar el poder, haciéndole creer al pueblo que es él quien decide sus propios destinos. Es una forma perversa de hacer política. En resumen la democracia es el gobierno de las mayorías respetando a las minorías mientras que la demagogia es el gobierno de las mayorías en detrimento de las mismas y en perjuicio de las minorías.
A pesar de ello no es sencillo que la masa logre entender en qué momento un gobierno le habla con franqueza y en qué momento le está dando atole con el dedo. Se han dado en la historia innumerables ejemplos de discursos que apelan a la democracia, a la paz, a la concordia, y a la justicia, y el elector menos preparado y menos politizado compra fácilmente.
Se llega a decir incluso que la democracia significa que el pueblo decida todo, pero esto es solo una quimera. Cuando algo es responsabilidad de todos, termina por no ser responsabilidad de nadie, y es entonces cuando los gobernantes toman decisiones. En nombre de la democracia se han cometido los peores atropellos que existan en la historia. Sin embargo, esto en sí no es democracia, sino justamente demagogia.
Los nazis en Alemania tenían la legitimidad que dan los votos, pues indudablemente ganaron las mayorías. Sin embargo, esas mayorías demagógicas terminaron por llevar a Alemania a la Guerra y cometer una de las peores barbaries de las que se tenga memoria: el Holocausto. A casi ochenta años de que terminó la Guerra, el mundo todavía se horroriza al ver los atropellos que se cometieron bajo el mandato de “las mayorías”. Pocos entienden cómo fue que Hitler concentró tanto poder.
Por otro lado, el caso reciente de Venezuela también debía alarmar al mundo. Le fueron dando tanto poder al chavismo hasta que no pudieron sacarlo. La narrativa de Chávez y sus legatarios siempre utiliza el concepto de ‘democracia’ en sus discursos. Creo que no hay nada de democrático cuando la oposición no tiene posibilidad alguna de ganar una elección en Venezuela, o cuando se persigue a opositores, periodistas, abogados, y a toda persona que se atreva a disentir del gobierno. La enorme crisis migratoria deriva precisamente de que le dieron todo el poder a unos cuantos y estos se dedicaron a destruir el país.
En México la irresponsabilidad del electorado nos puso a todos muy cerca de entregarle todo el poder a una fuerza política. Bien dicen que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Pase lo que pase (que aparenta ser continuidad) merecemos tener este país en el que vivimos. Aquí no vale culpar a la oposición, ni a los extranjeros, ni a los ricos, ni a nadie. El electorado decidió ponerse las cadenas que se había quitado hace décadas. Hay países que no toleran la libertad, y creo que México es uno de ellos.
A pesar de todo, México había caminado un largo camino para consolidar un Poder Judicial digno, autónomo, imparcial, perfectible, pero funcional. El Poder Judicial es la rama del poder público que se dedica a impartir justicia. Sin embargo, la justicia es también un concepto algo etéreo. La pregunta que nos debemos hacer es, ¿Qué es la justicia?
Según Ulpiano, la justicia es la constante y perpetua voluntad de darle a cada quien lo que le corresponde. Según Justiniano, es el fin constante y continuo que da a cada quien lo que le es propio. Para John Locke, la justicia es la igualdad, libertad, y propiedad para los hombres. Para Kelsen es dar a cada quien lo suyo. En cambio, para Montesquieu, la justicia es la boca de la ley. Para él, los jueces eran un poder nulo.
Como podemos ver, la justicia tiene diferentes acepciones. Es un término ambiguo y moldeable. Si usted le pregunta a López Obrador qué es justicia, seguramente no le sabrá responder, pero sí sabrá qué es injusticia, y esto sería, que los tribunales fallen en contra de las decisiones de su gobierno. Si usted pregunta al exgobernador Corral, le dirá que justicia es todo aquello que mantenga a los duartistas en prisión, al margen de su sustento. Saco a colación este tema porque Corral ha dado muestras de que la justicia es justicia solo cuando él la procura.
Por ejemplo, hace unos meses, cuando el político chihuahuense Christopher James Barousse lo enfrentó en un foro en Sonora, Corral atinó a decirle que había sido liberado (Barousse) justamente porque había jueces corruptos. Por otro lado, pudiéramos concluir que los jueces son corruptos por el hecho de haber detenido a Barousse. Es una moneda con dos caras.
En días recientes, cuando al exgobernador César Duarte se le cambió la medida cautelar que lo mantenía en prisión, Corral arremetió contra la juez que dictó el cambio de medida cautelar porque se había agotado el plazo máximo de la misma. Es irónico porque esa misma jueza era utilizada por Javier Corral en su famosa “Operación Justicia para Chihuahua”. Se le señaló de favorecer a los intereses del gobierno del Estado, en ese momento encabezado por Javier Corral, deteniendo a las víctimas del corralato.
En el mismo sentido, haciendo memoria, Javier Corral se negó a entregar a las autoridades federales a tres imputados de su Operación. Dijo que Chihuahua era soberano y que debían de ser juzgados aquí. En cambio, cuando llega César Duarte extraditado a Chihuahua, pedía a gritos que las autoridades federales atrajeran el caso.
Cuando Corral detenía funcionarios de la administración de Duarte, criticaba que los mismos se defendieran y arremetía contra ellos todos los días en los medios de comunicación. Decía que debía combatirse la impunidad. Pero cuando su Secretario de Comunicación Social, o de Salud, o del Deporte fueron detenidos, o cuando se giró una orden de aprehensión contra su Secretario de Hacienda, o incluso cuando fue detenido su Fiscal de Derechos Humanos, entonces ahí sí no se estaba procurando justicia. Es decir, la justicia a conveniencia de una aflicción patológica severa. Para Corral, solo Corral puede procurar (e impartir) justicia. Lo demás es injusticia.
Ejemplos como estos hay muchos, porque como dijimos, no hay solamente una vara para medir la justicia. Por eso es tan difícil que la mayoría de la población pueda tener una conclusión sólida respecto a lo que es justicia. Por ende, si la gente no entiende lo que es la justicia, menos va a entender cómo reformar al Poder Judicial.
Ningún país desarrollado elige a sus juzgadores federales mediante el voto popular. Esto encuentra un sustento lógico y doctrinal pues los juzgadores no son representantes populares, como lo es un gobernante o un legislador. Como dijo Emilio Rabasa “La elección popular no es para hacer bueno nombramientos, sino para llevar a los poderes públicos funcionarios que representen la voluntad de las mayorías, y los magistrados no pueden, sin prostituir la justicia, ser representantes de nadie, ni expresar ni seguir voluntad ajena ni propia”.
Sin embargo, bien dijo el jurista alemán Julius Von Kirchmann que una palabra del legislador derrumba bibliotecas enteras de doctrina. A pesar del sustento doctrinal, ideológico e histórico de la forma de elegir a los juzgadores, y del por qué no deben elegirse mediante el voto popular, la 4T está a nada de concretar su avieso fin.
Resulta perverso utilizar el dulce envenenado de que “el pueblo así lo quiere”. El pueblo también quiere que la gasolina cueste diez pesos el litro, y no le preguntan. El pueblo quiere más apoyos sociales, pero tampoco le preguntan. El pueblo productivo no quiere pagar impuestos, pero eso tampoco se lo preguntan. Solo le preguntan lo que a la 4T le interesa preguntarle, con el afán populista de avanzar en su agenda totalizadora.
La impunidad que existe en México es principalmente responsabilidad de los órganos de procuración de justicia, y en menor medida del Poder Judicial. La sociedad debe dejar de ver a las fiscalías y a los juzgadores como vengadores de resentimientos sociales.
De consolidarse la reforma judicial que está planteando el oficialismo, no batallaremos para definir lo que es la justicia. Justicia será lo que diga el presidente.
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