El tiradero

Por Fernando Belaunzarán….

Se acerca el fin de sexenio y el recuento de los daños será descomunal. Subordinar las políticas públicas a la biografía que el gobernante quiere escribir sobre sí mismo, poniendo en el centro la propaganda y el culto a la personalidad, ha tenido enormes consecuencias.

Por querer romper con el pasado de manera abrupta para que la actual administración se presente como el inicio de una nueva era, tiraron por la borda buena parte de lo valioso que se había construido a lo largo de décadas. De la narrativa a los hechos hay un paso que, en muchas ocasiones, se dio en reversa.

Muchas dependencias e instituciones carecen de lo indispensable para cumplir con sus funciones y se volvieron un cascarón. En realidad no es por austeridad, pues los presupuestos aprobados para este gobierno son los más elevados de la historia, sino por priorizar ciertos programas y obras que concentran gran parte de los recursos.

Los enormes sobrecostos de Dos Bocas y el Tren Maya indican que la falta de planeación significó, en ambos casos, no sólo un daño ecológico y ambiental irreversible, también que son barriles sin fondo que ya rebasaron el doble de lo presupuestado y todavía no concluyen. Estamos hablando de 400 mil millones de pesos extras, más lo que se acumule, entregados a proyectos que nunca recuperarán su inversión.

Se apoderaron de fondos y fideicomisos que tenían distintos fines, desde enfrentar una eventual crisis económica hasta evitar que los pacientes de enfermedades catastróficas perdieran su patrimonio, pasando por la capacitación y avituallamiento de policías estatales y municipales, así como el impulso de investigaciones y programas en ciencias, humanidades y artes, para desviarlos a sus obras emblemáticas. Empeñaron la casa y aumentaron la deuda, calculando que la próxima administración será la que tendrá que hacerse cargo y pagar las cuentas.

En materia de seguridad las cifras son escalofriantes, más de 160 mil homicidios y 45 mil desaparecidos, las peores desde que se tiene registro y faltan aún 14 meses; pero el problema no sólo es cuantitativo, también cualitativo por lo que significa el empoderamiento de organizaciones criminales. La hegemonía de alguna de ellas en una zona podría reducir la violencia y, de cualquier modo, condenar a los pobladores a ser expoliados y vivir en la zozobra ante el yugo de los delincuentes.

Evitar la confrontación con los comandos del crimen para “no pegarle al avispero” ha permitido que los cárteles se fortalezcan y aumenten su influencia política y social, al grado de operar en las elecciones bajando candidatos o incluso interviniendo en las casillas.

La situación del sistema de salud borda en la tragedia. La desaparición del Seguro Popular para sustituirlo por el fallido Insabi aumentó el número de personas sin servicio médico de 20 a 50 millones y el desabasto de medicamentos, generado por improvisar nuevas formas de comprar y distribuir, ha sellado la suerte de infinidad de pacientes; sin embargo, insisten en tratar de solucionarlo con ocurrencias como la de crear una megafarmacia en CDMX. La degradación de los hospitales públicos es inocultable, hay escasez de materiales básicos de curación y hasta los elevadores se convierten en trampa mortal.

Más de un millón de niños no regresaron a la escuela después de la pandemia y comenzará el ciclo escolar con libros de texto mediocres, deficientes e ideologizados, que deben responder a planes de estudio que todavía no se conocen. El Conacyt está tomado por comisarios políticos que atentan contra la libertad de investigación y la autonomía de las universidades está bajo asedio. Viene la sucesión en la UNAM y es inocultable el deseo del régimen por meter mano en el proceso para tener un rector afín, lo que podría desestabilizar a la institución.

La exacerbada militarización genera interrogantes. La recurrente intervención ilegal del Ejecutivo en la elección presidencial presagia conflicto poselectoral y la actuación institucional de las Fuerzas Armadas será fundamental, tal y como lo fue en Estados Unidos y Brasil. Por tradición, eso debiera ocurrir para luego concentrarnos en lo más importante: levantar, entre todos, el tremendo tiradero.

Excélsior.

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