La embestida contra Xóchitl

Por Luis de la Barreda Solórzano

….El Presidente no imaginaba —nadie  imaginaba— que en las filas de la oposición surgiera un aspirante a la Presidencia que, en apenas unas cuantas semanas, alcanzara niveles de aceptación y apoyo como lo ha hecho Xóchitl Gálvez.

Para nadie es un secreto que el Presidente está descompuesto. El vertiginoso ascenso de la senadora hidalguense lo ha perturbado como no lo han hecho ni las 3,000 muertes de niños con cáncer, ni la brutal caída de la vacunación infantil, ni las 750,000 víctimas de la pandemia, ni el dramático desabasto de medicamentos, ni las decenas de miles de asesinados y desaparecidos, ni el aumento de la cantidad de mexicanos en situación de pobreza y de pobreza extrema.

Insensible ante la catástrofe que su gobierno ha provocado, catástrofe que su discurso convierte en logros espectaculares, sus afanes se enfocan a la conservación del poder para su partido, y ese objetivo se ve amenazado por la mujer a la que, al cerrarle las puertas del palacio en que habita y denostarla obsesivamente en sus peroratas matutinas, le abrió las de la simpatía de millones de mexicanos.

Xóchitl Gálvez, además de un peligro real para el proyecto de Maximato, es una mujer cuyas características son aquellas a las que el Presidente ha expresado su desaprobación en repetidas ocasiones. Ha sido una aspiracionista, lo que al Presidente le parece execrable, y por eso llegó a superar dificilísimas condiciones de vida para convertirse en una muy exitosa empresaria. El Presidente ha condenado el aspiracionismo porque él quiere un país de pobres cuyos votos se vean motivados por la expectativa de apoyos monetarios, ciudadanos que nunca salgan de la pobreza para que sigan respaldando a su partido.

Xóchitl Gálvez estudió la carrera de ingeniería aprovechando las becas que obtuvo, y ha recibido múltiples reconocimientos, entre ellos el del Foro Económico de Davos, Suiza, como una de las 100 líderes globales del futuro del mundo. El Presidente, a través del pequeño Marx y su colaborador chavista, está condenando a los niños y adolescentes de las escuelas públicas a una educación tan deficiente que difícilmente les permitirá el ascenso social.

Xóchitl Gálvez es una triunfadora: de vender gelatinas en la niñez es ahora una destacada senadora, fue una sobresaliente jefa delegacional y tiene dos empresas que han ganado licitaciones hasta del propio gobierno que encabeza el Presidente. Éste no es un triunfador. Es verdad que logró su sueño obsesivo de alcanzar la Presidencia de la República, pero su gobierno es el de más pobres resultados del que se tenga memoria.

Así que, más allá del peligro que representa para el proyecto de Maximato, Xóchitl Gálvez se sitúa en las antípodas del Presidente. Y eso se nota incluso en el humor. El del Presidente se ha agriado aún más y su acritud es notoria en los ataques contra la senadora hidalguense, en los cuales ha transgredido la ley e incurrido en conducta delictuosa. Ella, en cambio, no pierde el sentido del humor, la alegría, la sonrisa que ha resultado más seductora que las de la Gioconda, Julia Roberts o Margot Robbie, y responde a los ataques con ingenio, desenfado y laconismo.

El Presidente ha repetido que la oposición está moralmente derrotada. En el fondo sabe que quien está moralmente derrotado es él, por los pésimos resultados —más bien: nulos resultados y retrocesos— de su gobierno. El hecho de que muchos mexicanos estén esperanzados con la aparición de Xóchitl Gálvez le muestra claramente que esa derrota es palpable para todos, especialmente para los mexicanos que le dieron su confianza.

La embestida contra Xóchitl Gálvez ha escalado. Ahora se han presentado en su contra dos denuncias penales cuyo hedor es el mismo que el de las persecuciones que han sufrido opositores de las dictaduras cubana, nicaragüense y venezolana.

Una de las denuncias le atribuye a Gálvez delitos cometidos cuando fue jefa delegacional de 2015 a 2018, y ha sido presentada por Víctor Hugo Romo, quien la había antecedido y la sucedió en el cargo, por lo que desde entonces, hace cinco años, pudo denunciarla, pero no lo hizo sino hasta ahora que ella es aspirante presidencial. El otro denunciante, el diputado morenista Manuel Robles Gómez, es el mismo que también ha denunciado a los ministros de la Suprema Corte. Más mísero servilismo en ambos casos, impensable. El espantajo del ius puniendi esgrimido con infamia.

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