Se les quemó el arroz cocido

Por Fernando Belaunzarán

…..La estrategia era ganar el partido antes de jugarlo y se les vino abajo. Habrá competencia y en los casi 11 meses que faltan para la elección pueden pasar muchas cosas. Por lo pronto, el Presidente ya no controla la conversación y la inevitabilidad de la victoria de su partido sólo es repetida por los voceros más impresentables del régimen. El ánimo en la opinión pública cambió de súbito y la atención se ha corrido hacia el campo opositor.

Diversos factores explican el nuevo escenario. Mientras las corcholatas sólo arrancan bostezos, no obstante el descomunal derroche de recursos de origen desconocido para tapizar el país con sus nombres y figuras, la creación del Frente Amplio por México y su método abierto y novedoso para elegir al liderazgo que enfrentará al oficialismo generó interés porque resultó sorpresivo que los partidos que lo conforman soltaran tan importante decisión, dejándosela a los ciudadanos.

Olvidándose por enésima vez de la neutralidad que obliga la Constitución, el presidente López Obrador se apresuró a descalificar dicho método de la oposición y recurrió a su consabida teoría de la conspiración, asegurando que la entelequia de maldad, a la que suele aludir en sus conferencias matutinas para victimizarse de complots imaginarios, ya definió al ganador por “dedazo” y se trata de una simulación. Escupe al cielo y el chiste se cuenta solo, pero, más allá del humor involuntario, no pudo restar interés a un proceso en el que lo inesperado apareció desde el registro con encartes y descartes.

La irrupción de Xóchitl Gálvez en la contienda agitó el tablero, dentro y fuera de la alianza opositora, y la errática forma de responder por parte del régimen contribuyó a posicionarla en el centro de la agenda nacional. De hecho, su mejor aliado involuntario ha sido el primer mandatario desde que le negó ejercer su derecho de réplica concedido por un juez, cerrándole la puerta en Palacio Nacional. Después vinieron desplantes machistas, clasistas e incluso racistas para descalificarla, lo que ha sido bien aprovechado por la senadora para mantener su impulso inicial. El Presidente sí le escamoteó méritos al sostener que sería impuesta por hombres, sí se burló de quienes venden tamales en bicicleta o triciclo y sí le pareció inconcebible que una mujer indígena pudiera vivir en Las Lomas.

Y si López Obrador está desconcertado, imaginen a sus seguidores, acostumbrados a replicar lo que dice en la mañanera; hicieron más grandes los errores, echando a volar sus prejuicios y afianzándola como tendencia en redes sociales.

Sin duda que la centralidad de Xóchitl, a la que el oficialismo ha contribuido por combatirla sin encontrar por dónde, complica el panorama para los demás que aspiran a encabezar la oposición, pero esto apenas comienza y la calidad de varios de ellos presagia una contienda de altura con amplia exposición mediática que culminará con la potente legitimidad que solo puede otorgar la decisión libre de los ciudadanos y sería un error descartar una sorpresa, pues hay incertidumbre democrática.

Pero, además del reposicionamiento del campo opositor, la narrativa identitaria con la que el nuevo partido de Estado planeaba desplazar la discusión de los malos resultados de la gestión que termina hacia una contienda entre el “pueblo” contra sus supuestos enemigos, entró en crisis. Saben de la creciente tendencia del electorado mexicano a castigar al partido en el gobierno, eso definió la contienda en el Estado de México, y ahora las cuentas las debe rendir Morena.

Siguiendo el manual populista, el Presidente delinea los campos: nosotros los pobres buenos contra ellos los ricos malos.

La disyuntiva es falaz, demagógica y manipuladora, pero ha demostrado su efectividad electoral alrededor del mundo.

De ahí que, desesperados por salvarla, hayan llegado al extremo protofascista de negar la identidad indígena de Xóchitl con criterios de pureza racial.

La desesperación oficialista no es fortuita, las posibilidades del triunfo opositor se han vuelto palpables y los factores de poder no necesariamente se alinearán con la corcholata destapada, con todo y la operación de Estado. El destino lo marcarán los ciudadanos.

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